Del cocodrilo volador a tu performance: secretos absurdos para conectar con el público

El absurdo para conetactar con el público- blog de Amaia Ocerin

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En esta ocasión quiero compartir una reflexión sobre algo que está capturando la atención en la red: el auge de lo absurdo. Sí, esas imágenes, vídeos o ideas que, a primera vista, parecen carecer de toda lógica, pero que inexplicablemente se viralizan y se quedan grabadas en nuestra memoria: tiburones con zapatillas, leones con una cuerpo en forma de sandía…

Internet parece rendirse, en parte, a la fascinación por lo que no tiene sentido aparente. Y creo que, como profesionales de la cultura, hay algunas claves interesantes que podemos extraer de este fenómeno.

Dentro de este universo de lo inesperado, encontramos esos particulares «brainrot animals»: contenidos tan extraños y pegadizos que se instalan en nuestro imaginario colectivo sin permiso. Un cocodrilo que desafía la gravedad, un cerebro animado con aficiones peculiares… la cuestión es que logran capturar nuestra atención de una manera que la lógica tradicional a menudo no consigue.
Pero, ¿por qué este triunfo de lo ilógico?

¿Por qué el absurdo resuena tanto?

  • Una vía de escape necesaria: en un entorno a menudo saturado de seriedad y drama, una dosis bien administrada de absurdo actúa como una liberación. Nos permite desconectar, reírnos un poco de todo, incluyéndonos a nosotros mismos. Y esa capacidad de evasión tiene un valor significativo.
  • Una manifestación de originalidad: frente a la repetición y las fórmulas predecibles, lo absurdo irrumpe con una frescura innegable. Rompe las convenciones, subvierte las expectativas y presenta ideas que no siguen los caminos trillados. Resulta, cuanto menos, difícil de ignorar.
  • Un conector inesperado: resulta curioso cómo contenidos aparentemente aleatorios pueden generar comunidades enteras. Lo absurdo tiene esa capacidad de unir a personas que, en principio, podrían no compartir intereses evidentes. Es un punto de encuentro sorprendente.
  • Un reflejo distorsionado, pero elocuente: en ocasiones, lo absurdo opera como una forma indirecta de señalar aspectos de la realidad. Al exagerarla hasta límites insospechados, nos invita a reconsiderarla, a observarla desde perspectivas inusuales. Es un espejo que deforma, sí, pero que a veces revela verdades subyacentes.

Integrando la esencia del «brainrot animal» en nuestras propuestas culturales

¿Cómo podemos, entonces, quienes trabajamos en la creación de exposiciones, obras escénicas, performances o cualquier otra iniciativa cultural, incorporar esta tendencia sin caer en la mera excentricidad?

Aquí algunas reflexiones con mi propia perspectiva:

Dosificación sutil: la sorpresa como elemento narrativo

No se trata de convertir cada proyecto en un chiste constante, pero un toque de humor inesperado, una licencia creativa que desafíe ligeramente la lógica, puede aportar una vitalidad sorprendente.
¿Un detalle visual fuera de contexto? ¿Un diálogo con un giro inesperado?
Explorar estas posibilidades puede ser interesante.

En la promoción: despertar la curiosidad con lo inusual

Nuestras redes, la cartelería, los avances de nuestros proyectos pueden convertirse en un campo de experimentación para lo inesperado.
Un titular que incite a la reflexión (aunque sea desconcertante), una imagen que genere una ligera confusión… puede ser una forma efectiva de captar la atención inicial.

Interacción con la audiencia: invitando al juego de la extrañeza

Plantear preguntas ligeramente absurdas en redes sociales, solicitar a la audiencia que imagine escenarios inusuales relacionados con nuestro trabajo, incluso generar un meme colectivo, puede fomentar una conexión diferente y participativa.

Relativizar la solemnidad: abrazar la libertad creativa

Cuando disfrutamos del proceso creativo y no nos tomamos cada detalle con excesiva rigidez, esa energía suele ser contagiosa. El público percibe la tensión.
Permitir que un cierto espíritu lúdico y la libertad de explorar ideas menos convencionales influyan en nuestro trabajo puede ser liberador.

La clave, creo, no reside en convertirnos en creadores de contenido puramente aleatorio. Más bien, se trata de comprender el impacto de lo inesperado, de aquello que se desvía de la norma, de lo que puede generar una sonrisa o una ligera perplejidad sin una razón aparente.

Internet nos ofrece una ventana a una forma de conectar que trasciende la lógica lineal.
A veces, para que nuestra propuesta cultural resuene y deje una impresión duradera, puede ser interesante desafinar un poco las expectativas, permitir que la creatividad explore caminos menos transitados y, quizás, dejar que nuestros propios «brainrot animals» encuentren su espacio para manifestarse.
El público, en su diversidad, a menudo está más abierto a la sorpresa de lo que podríamos imaginar.

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